lunes, 1 de junio de 2020

ACTIVIDAD 29 LENGUA CASTELLANA

ACTIVIDAD 29
Lunes 1 de junio:

Es mi intención felicitar a todo el alumnado de 5ºB por la calidad de los relatos literarios presentados y de las correspondientes grabaciones. 
No obstante, en las bases del concurso se dejaba bien claro que se haría público el fallo por el que se consideraba a tres de ellos como vencedores. Pero, como ha sido muy difícil la decisión final, el jurado ha premiado a una más.
Estas cuatro historias tienen el premio de aparecer en el blog. 
Después de que cada uno de vosotros leáis tranquilamente y con interés las cuatro narraciones, vais a hacer lo siguiente:
Otorgas 4 puntos al cuento que más te haya gustado; 3 puntos, al segundo de ellos; 2 puntos, al tercero y 1 punto al cuarto.
Inmediatamente después, me enviáis un correo y en el asunto escribís, como siempre: Apellido_Nombre_Tarea29_Lengua, y en el cuerpo del mensaje escribes el nombre de cada uno de tus cuatro compañeros con su puntuación correspondiente.

Mañana martes se publicarán los resultados de vuestras votaciones. ¡Qué nervios!



Título: Catalina es una niña como yo o como tú, ni más ni menos.
Autora: Laura Rodrigues.

Catalina es un niña como yo o como tú, ni más ni menos. Va al cole, a quinto de primaria, tiene sus amigos, le gusta charlar, le encanta las tonterías que hace en TikTok (una de esas cosas de internet donde bailas como si tuvieras un tornillo en falta durante un minuto), le encanta el sushi, pescado a la parrilla y el color morado. Vamos, como tú o como yo.

Pero hay un cosa que Catalina no tiene y le gustaría muchísimo tener. Que es más dinero. Mucho más dinero. Vamos, que le gustaría mucho tener mucho dinero. No le falta na de na, no, nada nadita, pero aún así Catalina quiere más. Porque es un poquito presumida y le gusta exhibir cosas caras, y a pesar de tener algunas cosas caras, Catalina quiere exhibir las cosas más caras del mundo. Para que le admiren.

En esta época de confinamiento, no es fácil presumir de cosas por videollamada. Todos metidos en casa, no salimos a comprar más que comida y uno que otro capricho. Pero Catalina siempre pide que le compren algo. Siempre. Una camiseta de la marca de moda, unas deportivas como las lleva la famosa esa, un móvil color rosa gold de la marca cara carísima, una crema de cara japonesa hecha por pigmeos de la montaña Fuji… Da igual el precio, Catalina lo quiere y lo pide.


Esta noche Catalina se ha metido en mi cama a darme mimitos porque es una niña muy tierna. Un poco caprichosa, pero muy tierna. Nos tumbamos juntitas hablando hasta dormirnos. Yo he dormido bastante mal, pero creo que Catalina peor, porque se ha tirado toda la noche dando vueltas como un reloj en la cama, hablaba mucho en sueños y, justo cuando el sol estaba a punto de salir, empezó a llorar muy alto abrazándome y dándome besitos. Catalina es, también, un poco dramática.

El mundo está enfermo, el nuevo virus está matando a mucha gente, pero Catalina quiso salir de casa de todas formas, a dar un paseo. ¡Que estaba harta de estar en casa, vamos! Y salió, en pijama, abrigo leve y deportivas. Un poco ridícula, pero estaba realmente harta de estar en casa. Decidió ir hasta el jardín botánico cerca de su casa, un lugar con cientos de años y muchas leyendas e historias antiguas, historias de hadas sobre todo. Dice la madre de Catalina que el hada de los dientes vive en ese jardín tan mágico.
- A ver si encuentro el hada de los dientes dormida y la cojo. Si la cojo, solo la suelto si me da todo lo que deseo - pensó la niña.

Le dio un poquito de miedo andar sola de noche por las calles y entrar en el jardín, pero lo hizo con mucho cuidado para no despertar a nadie. Tenía la pequeña luz de su móvil encendida para ver mejor entre las ramas y arbustos, e iba mirando cada árbol, cada rincón del jardín. Y la encontró… tumbada en el pétalo de una rosa, la diminuta hada dormía tranquilamente, iqué bonita era! Con un movimiento rápido de manos, Catalina cogió el hada y ya no la soltó.
    Suéltame, suéltame, suéltame - decía la pequeñita hada bastante asustada.
    No, no te voy a soltar hasta que me des todo el dinero del mundo - contestó la niña.
    ¿Todo el dinero del mundo? ¿Para qué quieres tú todo el dinero del mundo, teniendo tú no más de 11 o 12 años? No tienes cara de hambre, llevas unas buenas deportivas, pobre no eres. ¿No te vale todo lo que te dan tus padres?
    Me gusta mucho todo lo que me dan mis padres, pero quiero más, ilo quiero todo!
    Muy bien, Catalina, te doy a elegir. Todo el dinero del mundo para ti, o todo el dinero del mundo para que mañana mismo se encuentre la cura para el coronavirus, ¿qué te parece?
    Puaj, el dinero para mí, hada guapa, todo todito.
    ¿Segura? Pues muy bien, suéltame y lo tendrás.

Catalina la soltó, el hada cogió su varita e hizo algo con la mano, se veía un como que un polvo dorado brillante por el aire.

    Ahora vete y verás que todo el dinero del mundo es tuyo. Acércate a cualquier tienda y verás como se te abren las puertas.
    Pero ahora es de noche, todos están dormidos.
    Para los ricos, nunca nada se cierra. Créeme.

La niña decidió llamar a un Uber desde su móvil e irse a la tienda Fnac más cercana, la del Centro Colombo, el más grande de Lisboa. Las puertas estaban abiertas pero solo había una persona para atenderla y, desafortunadamente, no entendía nada de nada de móviles, así que Catalina compró el móvil más caro que había, sin saber si era también el que mejor se adaptaba a sus necesidades.

En seguida caminó hasta la tienda de Gucci y ahí no había nadie que la aconsejara a comprar, así que cogió las prendas más caras, dejó 10 billetes de 500€ en el mostrador y salió de la tienda. Y esto hizo en 3 o 4 tiendas más, todas muy caras, todas vacías. Ya muy cansada de andar con tantas bolsas, Catalina volvió a casa en Uber. Quería enseñar a nuestros padres, a mí y a sus amigas las bonitas cosas que había comprado. Abrió la puerta de casa con cuidado para no despertar a nadie y se fue a mi cama. Pero en mi cama no había nadie, yo no estaba. En su cuarto tampoco estaban nuestros padres, no había nadie en casa, nadie! Muy asustada Catalina llamó a su abuela, a su mejor amiga, a todos sus tíos y… nada. ¡Nadie le contestaba, nadie! Estaba sola, mi hermana. Totalmente sola. Y muy asustada. ¿Dónde estaban todos?

Sentada en mi cama, mi hermana lloraba rodeada de tropecientas bolsas llenas de cosas bonitas y caras.
    Catalina, Catalina - llamó la vocecita del hada de los dientes - estoy aquí.
    iHada! iEstás aquí! ¿Donde están todos? ¿Lo sabes?
    Sí, Catalina. Están todos malitos o en el hospital. Todos malitos con el virus este...
    ¿Y cuándo vuelven?
    No sé, cariño. Muchos no vuelven, ¿sabes? Esta enfermedad es muy mala y peligrosa.
    Pero yo quiero que se curen, ¡quiero que vuelvan todos a sus casas!
    Has elegido quedarte con el dinero, querida. No has querido que lo gasten en buscar una cura. Ahora tienes cosas lindas, pero nadie a quién enseñarlas o con quién compartirlas. Esto es lo que has elegido, Catalina.
    NOOOOOOOO, NO QUIERO NADA, NO QUIERO COSAS, SON SOLO OBJETOS, QUIERO A MI MAMÁÁÁ, A MI HERMANA, A MI PAPÁ…

Me despertaron sus llantos, me ahogaron sus besos, ay esta hermana mía. Nuestros padres nos miraban desde la puerta de mi habitación con ojos de sueño y una sonrisa. Catalina volaba entre brazos, llorando y riéndose como nunca.

Catalina es presumida y caprichosa. Pero también tierna y sensible. Y ahora, un poco más agradecida. Vamos, como yo o como tú.



Título: Colegio en cuarentena.
Autora: Joana Fernández.

Érase una vez un campo en Portugal donde, un día, inesperadamente, llegaron unas personas y construyeron un palacio. Muchos años después lo transformaron en un colegio y lo llamaron Instituto Español “Giner de los Ríos” de Lisboa, porque estaba en un pueblo cerca de la capital portuguesa. A ese colegio podía ir toda la gente aunque solo para los españoles sería un colegio público.

     Pasaron los años y el colegio fue conociendo personas de todo tipo: simpáticas, inteligentes, antipáticas, chulas, feas, bonitas, hijos de famosos…

Pero el 16 de marzo de 2020 el colegio tembló de dolor porque se decidía su cierre y nadie sabía por cuánto tiempo. Ese día, lunes, ya no fue nadie a clases, ni el martes, ni el miércoles, el jueves tampoco y el viernes, todo seguía vacío. El colegio se quedó tan triste que decidió buscar a alguien con quien hablar.

Empezó intentando hablar con las hormigas, pero ellas estaban muy ocupadas con sus tareas rutinarias para abastecer de alimentos su despensa. Después, quiso hablar con los libros, pero tampoco podían porque se estaban intercambiando las palabras en las estanterías. El único amigo con quien consiguió encontrar consuelo fue el colegio de al lado. Hablaban mucho todos los días, solo se tenían el uno al otro para conversar y pasar el tiempo.

Ya no veían personas por las calles; las únicas que veían no tocaban en nada y a nadie. Llevaban mascarillas y guantes y, cuando volvían a casa,  llevaban en sus manos grandes bolsas llenas de comida porque solo salían a la calle para hacer compras.

El IEL informó al otro colegio de que había oído hablar a unas personas que decían que esto se trataba de una enfermedad muy contagiosa llamada Covid-19, que se transmitía a través del aire, que por eso las personas no podían visitar a los familiares, pasaban el día encerrados en casa, los niños no podían jugar en la calle...

Varios meses después, un día como todos los otros, llegó una luz que pasó por todos los rincones de la Tierra, recogiendo todas las lágrimas de las personas que habían sufrido por el Covid-19. Y con eso la luz formó una fuerza mágica que creó una bola gigante que envolvió nuestro planeta. A continuación, se desprendió una luz brillante, tan potente, que curó a toda la gente que estaba infectada.

Pasado esto, todo volvió a la normalidad.



Título: La isla.
Autora: Lucía Vilares.

Érase una vez una niña de diez años llamada Carmen. Carmen era de media estatura, tenía un pelo largo y castaño, con ondas como las olas del mar y éste le llegaba hasta el final de la espalda. Tenía los ojos verdes como los de un gato, pestañas como guirnaldas, una boca acorazonada, una nariz redondita y mejillas sonrojadas. Carmen era una niña inteligente, muy responsable, guapa, un poco pillina, muy amable y, también, sociable.

Esta niña estaba confinada en su casa con sus padres (era hija única), pues había una pandemia de coronavirus.
Se aburría mucho y se sentía sola: sus padres se pasaban el día liados con el trabajo digital y, aunque ella tenía deberes, cuando los acababa no tenía nada que hacer.
Su padre, señor alto, con pelo moreno y sin barba, era militar y tenía que salir de casa todos los días menos los fines de semana.
Su madre, señora con el pelo corto y castaño, de media estatura y bastante minuciosa, era comerciante y, también, tenía mucho trabajo.

La casa era amarilla por fuera, con dos pisos. Fuera, tenían un jardín con hierba y varias macetas con flores y una piscina pequeña en la que cabía un máximo de siete personas.

En el piso de abajo estaba el hall, el salón y la cocina, mientras que en el piso de arriba estaba su habitación, un espacio bastante grande con una cama enorme, un cómoda, dos mesitas de noche, una a cada lado de la cama con un despertador en cada una de ellas, un balconcito, un armario enorme ( y muy desordenado), tres estanterías con juguetes, un baúl para guardar sus cosas y muchos pósters de Harry Potter que cubrían todas las paredes. En frente de su cuarto estaba el de sus padres y, al final del pequeño pasillo, el baño.

Un día, Carmen había acabado los deberes y no sabía qué hacer. Entonces, vio su armario y decidió ordenarlo. Cuando lo abrió, camisetas, pantalones y vestidos que estaban al borde del armario cayeron al suelo. Fue ahí cuando observó un rectángulo dibujado en la madera del fondo del armario y decidió tocarlo. Al hacerlo, el trozo de madera desapareció y, en vez de quedar pared por detrás, había un largo camino poco iluminado con salida al final. Como Carmen estaba muy curiosa se adentró en el pasadizo; como era pequeño tuvo que pasar gateando. Al llegar al final, no podía creer donde estaba. ¡Estaba respirando debajo del agua! Allí todo era rarísimo: había caballos fosforescentes que buceaban, mapaches con aletas, sirenas, ¡y un millón de animales extraños!. Carmen se pellizcó para ver si estaba soñando, pero no era así. Miró hacia atrás admirando que el agua mantuviese ella sola el margen sin mojar ni el pasadizo ni el armario. Luego, fue avanzando en la única dirección en la que se podía ir: hacia delante.

Después de unos cinco minutos nadando, se vio de pie en una isla. Pero no una isla cualquiera, ¡sino una isla que estaba en el aire! Desde allí se veía que ella había entrado por uno de los muchos túneles de agua. ¡Aquella isla era extraordinaria! Estaba llena de árboles, flores, arbustos tierra hierba… Pero había cosas que ella no había visto nunca. Como árboles que tenían la copa bajo tierra y las raíces ocupaban su lugar llenas de flores, agujeros en la tierra por los que entraban y salían sirenas, pues detrás de esos agujeros todo era agua y rocas, además de los tigres parlantes herbívoros que tenían la cola en el pecho. ¡ Todo era raro y precioso!

Entonces, todas las sirenas, tigres... se pusieron a hacerle preguntas y Carmen perdió la noción del tiempo de lo que se había divertido.

Desde aquel día, siempre que Carmen se queda sola en casa y no tiene nada que hacer, se va con sus nuevos amigos a pasar el rato.



Título: La chica confinada.
Autor: Francisco Delgado.              
Sofía era una chica confinada en la cuarentena por el Covid-19, en el año de 2020.
Tenía quince años, de mediana estatura y con ojos verdes como la hierba de las praderas asiáticas; era pelirroja aunque no del todo, marrón pelirrojo.
Sofía era creativa, aunque un poco antisocial.
Había nacido en España, pero vivía en París desde los dos años, ya que su padre había sido trasladado a Francia, por motivos de trabajo.
No tenía amigos, por eso no extrañaba mucho el colegio, pero lo que sí detestaba era estar en casa todo el tiempo y sentía unas ganas tremendas de salir, aunque nadie la dejaba.
Un día, no aguantó más y se escapó.
Sus padres no se dieron cuenta, sino una hora después, ya que estaban durmiendo la siesta y sus siestas no eran nada cortas, duraban cerca de una hora. Cuando se despertaron, se dieron cuenta que se había ido
y no sabían a dónde, entonces, fueron a cada rincón de la ciudad a buscarla, pero no la encontraron.
Decidieron preguntar a las pocas personas que había en la calle, alarmados por si habían visto a una adolescente pelirroja con ojos verdes por sus barrios, y todos les decían:
-¡Oye! ¡Cuidado con la distancia! ¡Dos metros como mínimo! Y no, no he visto a ninguna adolescente pelirroja con ojos verdes pasando por aquí; por eso, desaparece de mi vista.
Sofía, en verdad, se había escondido
en el patio de atrás de la casa, ya que estaba esperando a que sus padres fuesen a buscarla para ella escapar más fácilmente.
Cuando huyó, se encontró con unos patos, ya que, como no había ruido, habían salido del río Sena y estaban caminando por las rúas parisinas.
Mientras se encontraba corriendo, se topó con un perro, de raza Rottweiler, con los dientes afilados como cuchillas, que le empezó a gruñir:
-Grrrrrrr.
Se acordó que, en el colegio, sus profesores de biología le habían dicho que el Rottweiler era el perro con la mordida más fuerte del mundo, que es capaz de ejercer una presión de 150 kilos por centímetro cuadrado cuando cierra su mandíbula.
-¿Quién habrá sido el descerebrado que ha dejado este perro aquí fuera?- pensó ella.
El perro seguía gruñendo, cada vez más fuerte.
Se acordó también que no hay que huir de un can agresivo, ya que corren mucho más rápido que un ser humano y te verían como una presa.
Decidió quedarse quieta con los brazos pegados al cuerpo, porque le habían dicho que la mejor forma de sobrevivir a un ataque de perro era esa, además de no entrar en pánico ni tener miedo, aunque, en esa situación, no entrar en pánico era misión imposible.
El perro seguía gruñendo mientras se acercaba, pero Sofía empezó a notar que el perro no la miraba a ella, si no más atrás.
Se giró para ver qué había detrás, y efectivamente no le estaba gruñendo a ella, sino a un Pitbull que miraba fijamente a Sofía, con ganas de atacarla.
El Rottweiler empezó a correr en dirección del Pitbull, con el fin de acabar con él.
El Pitbull también corrió hacia el Rottweiler y empezaron a pelear.
-Ah, con que este perro me estaba protegiendo, bueno ¡Gracias, don Perro! ¡Perdón por haber pensado que me ibas a atacar!- dijo Sofía.
El Rottweiler, mientras se peleaba con el Pitbull, la miró y movió la cola, como diciendo “para eso estamos”.
Sofía aprovechó el alboroto para huir de allí.
Tenía hambre, por eso, decidió ir a una tiendecita para comer algo y se dio cuenta de que no había traído dinero, y, desafortunadamente, no le quedó otra que robar.
La tienda en la que ella entró era pequeñita y no había muchas cosas.
Cogió una bolsa de patatas Lay's sabor BBQ y le preguntó al hombre de la tienda, metiéndose la mano en el bolsillo:
-¿Cuánto cuesta esto?
-Dos euros y cincuenta céntimos- contestó el hombre.
-Vale, espere, ¿qué es eso?- dijo Sofía, señalando a una pared.
Y, aprovechando el instante que el hombre no la estaba mirando, salió corriendo de la tienda.
-¡Ey! ¡Ladrona! -gritó él.
- Este cabeza-inflada piensa que si le robo una bolsa de patatas se quedará en la ruina. - pensaba Sofía, mientras corría.
Huyó fácilmente de aquel hombre, porque él corría muy despacio y ella, bastante rápido.
Cuando el hombre la perdió de vista, se sentó en un banco y empezó a comerse sus deliciosas patatas.
-Están buenísimas.
Después de acabarlas, decidió que era buena idea dormir un poco en aquel banco, se tumbó y se echó una siesta.
Cuando se despertó, se dio cuenta que estaba tumbada en el suelo de una calle oscura, y vio que el Rottweiler que le salvó la vida estaba sentado a su lado.
El perro le dio unos simpáticos lametones en la cara, la chica se rió, aunque paró de reírse cuando vio que el perro que le había salvado la vida estaba herido gravemente en la barriga.
-¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?
El perro la miró con cara de triste y Sofía lo abrazó.
-¿Quieres que te la cure?
Ella fue a buscar un vendaje, pero vio que tenía uno en su mano.
-¿Qué? ¿Cómo?
Ahí fue cuando Sofía se despertó.
- Dios, qué sueño tan raro, aunque me ha dado una idea, voy a ayudar a ese Rottweiler, es lo mínimo que podría hacer por él.
Sofía fue a la calle donde se había encontrado el Rottweiler y lo vio con unas heridas, pero no muy graves.
El perro se animó cuando la vio y movió la cola alegremente.
-Hola, ¡Gracias por salvarme la vida!
El perro la lamió en la cara.
-Veo que estás abandonado, no tienes collar, ahora que me fijo bien. ¿Sabes qué? Te voy a adoptar. Y te voy a llamar Baguette.
El perro se puso feliz como si supiese que lo iban a adoptar.
Sofía fue a casa con el perro, y vio que sus padres no estaban allí.
-Bueno, voy al supermercado para comprarte comida. ¿Vale?
El perro movió alegremente la cola.
Cuando fue a Carrefour, se encontró allí con el señor de la tienda que ella había robado las patatas fritas. ¡Y estaba en la sección de comida para perros!
Sofía, astuta, fue a la sección de fiestas y se puso una máscara para no ser reconocida por aquel odioso hombre. Pero lo que a ella se le olvidó fue pintarse el pelo, porque su pelo era rojo y se reconocía bastante fácilmente.
El hombre se dio cuenta y dijo, educadamente,:
-Madame, ¿puede quitarse la máscara, por favor?
Sofía pensó rápido.
-Shashi Shosha, she sho sha shan.
-¿Es japonesa?
-No, no lo soy, ay no, digo Shashi sha li sho ma sashi.
El hombre le cogió la máscara y la rompió, le iba a pegar a Sofía en la cara, cuando, de repente, se oyó un gruñido bastante fuerte.
-¡Grrrrrr! ¡Garrrrrr!
Allí estaba Baguette, defendiendo a Sofía, y mostrando al hombre una mirada feroz y mostrándole unos dientes afilados como bisturíes hechos de diamante.
El hombre, asustado, dijo:
-Ay Dios, ahhh, ¡Ahhhhhhh!
Y salió corriendo despavorido.
El perro, feliz, hizo un sonido que se podría traducir a una risa malvada burlona.
-Je, je, je, je je.
Sofía abrazó al perro y lo escondió en su chaqueta, y cuando alguien le preguntaba que qué era, ella respondía.
-Y a ti que te importa, caraculo.
Hubo un señor calvo muy grande y muy musculoso que le preguntó a ella qué escondía ahí dentro. Su respuesta no fue diferente:
-Y a ti que te importa, caraculo.
A lo que él reaccionó diciendo:
-¡¿Caraculo yo?! ¡Te voy a dar una bofetada!
Sofía salió corriendo y el hombre fue detrás de ella, entonces, Sofía soltó a Baguette para que mordiera al hombre.
El perro fue corriendo en dirección del hombre, pero él le pegó una patada y el perro salió volando.
-¡¡Baguette!! Exclamó Sofía.
Baguette cayó al suelo, inconsciente.
-Ahora no tienes cómo defenderte, muchachita, je, je, je, je, je - dijo el hombre, acercándose lentamente a Sofía, con el fin de destruirla.
Sofía se llenó de rabia, nunca había tenido tanta en su vida, por eso, decidió correr en su dirección.
El hombre le iba a pegar en la cara, pero ella le esquivó y le pegó una patada en su rostro. Después, un puñetazo en su barriga, y luego, otro puño en su cara.
-¡Ahhhh! -dijo el hombre, lleno de dolor. Y decidió atacarla.
Intentó pegarle en la barriga, pero ella dio un mortal para atrás, luego saltó muy alto y le dio una patada en la cara. El hombre reaccionó, la cogió de los pies y la tiró contra el suelo.
Sofía tenía la nariz rota y la boca también, además de estar medio aturdida, pero aún así, se levantó y dijo:
-Te vas a arrepentir.
Sofía le dio una patada en la barriga; cuando el hombre se dobló por el dolor, otra en la cara, y luego le dio un puñetazo en la espalda.
El hombre cayó inconsciente al suelo. Para ese entonces, la policía ya estaba allí y Sofía cogió a Baguette, que seguía inconsciente, y salió corriendo.
Como ella era la más rápida de todo el curso, escapó fácilmente de los policías.
Llegó a casa y vio que sus padres seguían sin estar allí.
Puso a Baguette en la cama, que ya estaba medio despierto, pero muy pero que muy aturdido.
Ella se puso a ver Netflix con Baguette, y le dijo:
-La comida la dejaremos para otro día, hasta ese día, te alimentaré con jamón.
El perro hizo una especie de queja, ya que estaba aturdido.
-Hmrrrrr.
Sofía sintió pena, aunque no dijo nada, solo le trajo jamón y agua, pero Baguette no comió.
Después de dos horas, alguien abrió la puerta.
-¡Sofía! ¿Dónde has estado? ¿Y qué es esa inmundicia que tienes ahí en la cama?
-Mamá, lo he adoptado, no tenía dueño, y me escapé porque… estaba harta de estar en casa.
-¡Tienes la cara llena de heridas!  ¿Con quién te has peleado? ¿Sabes qué? ¡No me des explicaciones! ¡Estás castigada! ¡Y deja esa bola de pelo fea en el lugar donde la encontraste!
-¡No! ¡No tiene dueño! Y además, me ha salvado la vida.
-¿Salvarte la vida? ¿En qué lío te has metido? ¡Dime ya!
Sofía cerró la puerta de la habitación con llave y dejó a sus padres fuera protestando.
Transcurrieron otro par de horas y su madre tocó la puerta y dijo desde fuera que lo sentía, que estaban muy descontrolados porque se había escapado, y que sí aceptaban que se quedara con el perro.
Sofía abrió la puerta y abrazó a sus padres.
-Lo siento, yo también sé que os he preocupado mucho - admitió ella.
-No pasa nada -dijo su madre.
-Te perdonamos, pero, por favor, intenta que no vuelva a pasar -le pidió su padre
-No volverá a pasar. - aceptó ella - Lo siento mucho.

Y AHORA A VOTAR Y A ENVIARME TU VOTACIÓN EN EL CORREO.NO SE VOTA POR AMISTAD, SINO POR CALIDAD.

DESPUÉS DE ESTO, VIENE LA SEGUNDA PARTE DE LA TAREA 29 DE LENGUA CASTELLANA.


LUNES, 1 DE JUNIO

Recuerda que tienes que poner la fecha, el número de la actividad y copiar los enunciados.

REALIZA LOS SIGUIENTES EJERCICIOS DE REPASO DEL TEMA 14:


PÁGINA 214. EJERCICIOS: 3, 4, 5 y 8 (solo el apartado A).

AVISO:
Cuando los acabes no adjuntes ninguna foto. Solamente tenías que haberme 
enviado un correo con tu Apellido_Nombre_Tarea29_Lengua 
con el resultado de tu votación, tal y como he explicado en esta publicación.












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